domingo, 25 de mayo de 2014

Sexismo en los espacios Antifascistas

El movimiento antifascista y anticapitalista en su conjunto tiene muchas contradicciones e incoherencias. Pero es muy demagogo decir que estos errores los tienen las ideologías en abstracto, ya que quienes realmente llevamos a cabo comportamientos distintos de los predicados somos las personas que formamos parte de ellas. Asumir que tenemos problemas internos no nos hace más débiles, como nos han hecho creer, todo lo contrario: nos fortalece. 
Un movimiento que hace apología a unos valores pero en la práctica se lleva a cabo otros que son reproducciones casi milimétricas de los que nos han impuesto desde el sistema al que queremos erradicar, ya no es que no tenga ningún futuro, sino que aun teniéndolo no constituye ninguna amenaza al presente, puesto que los medios que utiliza y los comportamientos que lleva a cabo son herramientas que nos ha puesto a disposición el capitalismo, siendo éstas por tanto producto de él y cuyo único objetivo es alimentarle.
Estas contradicciones se dan muchas veces en nuestro día a día y es cierto que gran parte de estos actos son difícilmente salvables, es complicado vivir dentro del sistema sin beneficiar de una forma u otra los propios valores y estructuras que ideológicamente rechazamos. Esto mismo ocurre con el sistema patriarcal, que de la mano del capitalismo configura numerosas estrategias, a nivel sociocultural y económico, que constituyen un ataque directo en la sociedad, actuando de manera transversal, llegando también a afectar incluso en mayor medida a la clase trabajadora, donde se reproducen inconscientemente los roles que se ha asignado a la población según sexo y género y provocando por tanto nuevas relaciones de poder dentro de esta clase ya de por sí oprimida (la conocida como doble opresión de la mujer obrera, o triple opresión si esta fuera inmigrante). Ante esta complicada y problemática situación podemos plantearnos dos caminos:
El primero consistiría en tirar la toalla, asumir un rol conformista y aceptar que, puesto que ser completamente coherente es imposible, lo más racional es dejar de preocuparse excesivamente por las incongruencias prácticas con respecto a la teoría que defendemos y vivir la vida de la manera más cómoda que podamos. Claramente este razonamiento está íntimamente ligado con una conducta oportunista que entre otras cosas, nos inculca el propio Capitalismo como forma de vida.
La segunda consiste en aceptar que tenemos contradicciones en el movimiento, pero tratando progresivamente de que sean menos para que no se normalicen y menos aún en nuestros espacios. Es aquí a dónde queremos llegar, al problema que supone la normalización del sexismo en centros y/o locales antifascistas en los que se realizan actividades enmarcadas siempre en el ámbito anticapitalista. De nuevo tenemos dos factores a tener en cuenta:
Por un lado nuestra manera de relacionarnos entre compañeros y compañeras. Debemos hacer una reflexión interna para darnos cuenta de si perpetuamos roles que nos impone el sistema heteropatriarcal: insultar con adjetivos que hacen referencia a la homosexualidad (habitualmente hacia los hombres “maricón”) o a lo femenino (“ eres una nenaza”), reírnos o señalar a las mujeres que no se depilan el vello corporal, denigrar a las personas por no encajar con los cánones de belleza establecidos, tratar de buscar “renombre” entablando relaciones sexuales con personas a las que consideramos superiores en nuestro entorno, reírnos ante comentarios machistas porque estamos en un ámbito festivo y ya no es necesario mantener el papel de militante coherente, excusarnos ante actitudes sexistas si la persona ha bebido alcohol, desprestigiar a mujeres que visten con ropa que deja al descubierto mucha parte de su cuerpo y relacionarlo siempre con que eso sea una invitación sexual para los hombres , desacreditar así mismo a las que han tenido relaciones con muchas personas como si su vida privada interfiriese en la vida política o incluso perpetrar agresiones a quienes se acercan a nuestras parejas en vez de responsabilizar a estas últimas si llevan a cabo comportamientos que rompen nuestro compromiso pactado.
Y por otro lado -y el más fácil de hecho- consiste en no dar cobertura a componentes, artistas, personajes públicos o cualquiera que lleve a cabo un trabajo en el que se expongan actitudes sexistas. Esto consistiría en no concertar actos con cantantes si en sus temas las letras denigran a la mujer, o a las personas en general por su orientación o identidad sexual (de igual manera que nunca financiaríamos a quienes compusieran letras que denigraran alguna raza o que fueran en contra de nuestros intereses de clase obrera), tampoco proyectaríamos películas que se contrariaran con nuestra lucha, no invitaríamos a personas que representen a una organización política contraria al ideal antifascista y anticapitalista, y un largo etcéterca.
La clave es muy simple: cada espacio está para una cosa y nuestros centros antifascistas tienen la misión de hacer que la gente entienda nuestra lucha y se sume a ella. Todo lo que ocurra dentro de nuestros espacios debe representar la sociedad que queremos conseguir,  evitar lo que se aleje de ella, y no permitir lo que vaya en contra nuestra.
¡POR UN ANTIFASCISMO LIBRE DE SEXISMO: PREDICA CON EL EJEMPLO, NO SEAS CÓMPLICE!

Asamblea Feminista Panteras

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